Esta obra cierra un ambicioso proyecto, iniciado a finales de la década de 1980 por un grupo de jóvenes profesores que nos propusimos estudiar la Monarquía hispana con una nueva metodología, abandonando los estrechos caminos que trazaba la historia realizada con estructuras unidimensionales, cuyo conocimiento de la realidad resultaba hasta cierto punto falso, incompleto o alterado. Pretendíamos construir una historia interdisciplinar cuyos frutos pudieran ser aprovechados por los especialistas de las diversas materias (literatura, arte, música, lingüística, espiritualidad, etc.) que componen la realidad social, lejos de los rancios planteamientos de la historia liberal que aún perviven en los más recientes manuales universitarios y en las últimas Historias Generales de España. El modelo fue el de la corte. Ciertamente, el tema ya no era original, pues, al amparo de las obras de Norbert Elias, habían surgido numerosos estudios y grupos de investigación en algunas universidades europeas que perseguían ese mismo objetivo, si bien, no todos coincidían en la definición del objeto investigado. Con todo, de la lectura de las publicaciones aparecidas se deduce que concebían la corte como un espacio (sin precisar su extensión) reducido al entorno del rey donde se desarrollaba un modo específico de hacer política, en el que las ceremonias y etiquetas resultaban esenciales para entenderla. Ahora bien, la corte que estos estudios presentaban seguía constituyendo (al menos en el subconsciente intelectual) una parte del modelo (si se quiere central y esencial) del estado liberal burgués, por lo que no había necesidad de preguntarse por los fundamentos ideológicos y filosóficos que la justificaron, ni por los elementos que la componían y articulaban; es decir, habían contribuido a añadir nuevos temas, pero sin alterar los planteamientos tradicionales. La peculiar formación y organización de la Monarquía hispana nos indujo a estudiar la corte como una organización política (Monarquía hispana como una Monarquía de cortes), con el fin de encontrar solución a las contradictorias explicaciones sobre la evolución del Estado durante los siglos xv a xviii. Un planteamiento de esa naturaleza obligó a definir el concepto de corte (como organización política de un reino), sus fundamentos filosófico-políticos (filosofía clásica), los elementos que la configuran (casas reales, relaciones no-institucionales, grupos de poder, etc.), las manifestaciones artísticas e ideológicas (cultura cortesana), el control y distribución del territorio (sitios reales y aparición del catastro) y, finalmente, su composición y articulación (cortes virreinales). La crisis de ese sistema cortesano, en el caso de la Monarquía hispánica, coincide con la instauración de una nueva dinastía, tras un período que se ha calificado como decadencia de la Monarquía de los Austria. Los intentos de analizar esa decadencia han llevado a los historiadores a buscar sus orígenes y sus causas, tomando la economía como hilo conductor. Otros, por el contrario, tratando de salir de esta estrecha interpretación han señalado que después de 1640 la Monarquía simplemente resistió hasta que la casa de Borbón logró encauzar un aparato decrépito y caduco, proporcionándole nuevo vigor. Ciertamente, las recientes interpretaciones historiográficas no han servido para insertar de manera coherente la evolución de la Monarquía hispánica de los Austria con la dinastía de los Borbones: aún se siguen estudiando por separado, como si existiera un hiato infranqueable. Otros estudiosos afirman la relación entre ambas centurias, pero sin especificar en qué consistieron tales continuidades. La crisis del sistema cortesano tiene lugar a lo largo del siglo xviii. En el denominado siglo de las luces, el término civilización estaba estrechamente unido al de progreso. Esta noble y optimista doctrina arranca del Renacimiento y llega hasta la Revolución francesa e, incluso, la supera hasta alcanzar nuestros días. Ambos términos (progreso y civilización) reflejan la conciencia de una misión específica de Europa en la evolución de la humanidad, a la que se habría de llegar gracias a los adelantos materiales y a los avances de las ciencias y las artes. Este progreso aún se inserta en un modelo cortesano de Monarquía donde la filosofía práctica clásica goza de clara influencia. De hecho, en la "Enciclopedia", Diderot todavía defiende que el orden político tiende al mayor bien del cuerpo social. El honnête homme, que había sustituido al cortesano italiano como modelo, aún vivía en un mundo cortesano.