El Vinalopó, modesto río pero destacado eje de comunicaciones, ha sido importante encrucijada por la que han pasado desde los primeros habitantes de la Península Ibérica hasta el Camino de Aníbal y la Vía Augusta. Durante siglos y hasta la conquista árabe, fue eje organizador de la vida y economía de las provincias romanas y visigodas. Los árabes llegaron al Valle en el año 713 d.C. desde Murcia, estableciendo más pactos que conquistas de los lugares atravesados por el viejo camino. Durante los ss. XII y XIII, almorávides y almohades llegarían a estas tierras desde el sur, en proceso de reconquista islámica del fraccionado y relajado imperio musulmán, levantando y renovando fortalezas, desde las que se gobernaban alquerías e incipientes municipios. En las primeras décadas del s. XIII, el flujo se invertiría para conocer un nuevo rumbo ahora procedente del norte, impulsado por los cristianos en su avance militar. Por un lado, aragoneses y catalanes ascendía desde las llanuras valencianas por el viejo Camino de Aníbal hacia el Alto y Medio Vinalopó. Por otro lado, los castellanos cruzaban la llanura manchega para encontrarse en Almansa con la más temprana ocupación aragonesa, fechada alrededor de los años 1240-1242. Así, el Valle del Vinalopó, viejo eje caminero abierto a todas las culturas, se convertía en peligrosa línea de frontera, disputados sus pueblos, castillos y alquerías, uno a uno, por señores feudales a las órdenes de aragoneses y castellanos, pese a los diferentes pactos para su reparto, que no evitarían disputas y pleitos, hasta varios siglos después. Se establecía una fuerte línea de frontera, con un nuevo reparto de culturas y formas de organización sociopolítica. Pueblos de realengo de las coronas castellana y aragonesa, pueblos de señorío feudal de uno y otro reino irían configurando unas dilatadas áreas culturales que comenzaban a separarse administrativamente, para fraguar en los Reinos de Valencia y Murcia.