A lo largo de los cerros orientales, por un poco más de 40 kilómetros, se extiende la capital de Colombia. En el costado norte, el límite entre el paisaje urbano y el rural se desdibuja por la expansión de los condominios campestres, mientras que al costado sur las viviendas de autoconstrucción son las protagonistas de lo que algunos han llamado la ciudad informal o la ciudad ilegal. Las políticas de intervención en el centro de Bogotá prometen ser la estrategia para mitigar el proceso de crecimiento; mientras las políticas de renovación urbana tienen como objetivo densificar el núcleo urbano, las de conservación patrimonial apoyan el proceso por medio de la recuperación de inmuebles en el centro histórico. Sin embargo, estas políticas tienen un efecto contraproducente: al no ser inclusivas en el mercado de vivienda, expulsan a los residentes más pobres del centro de la urbe y los condenan a la marginalidad en una de las ciudades más desiguales de Latinoamérica. Este texto analiza los efectos de las políticas de renovación urbana y conservación patrimonial en la configuración de un mercado de vivienda excluyente. Expone como caso de estudio el barrio La Macarena, en el centro de la ciudad, en el cual inició un proceso de cambio de identidad social a partir de la construcción y posterior declaración como Monumento Nacional de un hito arquitectónico producto de estas políticas el conjunto residencial las Torres del Parque. Los inquilinatos, los edificios abandonados, la venta de drogas y los prostíbulos eran parte del escenario cotidiano en el barrio. Estos espacios han sido reemplazados principalmente por apartamentos remodelados, restaurantes y galerías de arte. Este fenómeno, definido como gentrificación (a veces denominado elitización o aburguesamiento), se refiere a un proceso de sustitución social en el que un grupo con menor poder adquisitivo es desplazado por otro con uno mayor. Este es un concepto clave porque permite identificar los procesos de reordenamiento de la desigualdad en la ciudad. 10