Pensar la ciudad es pensar el amplio campo de los proyectos humanos de convivencia, su entorno de formas construidas, su arquitectura, sus símbolos, el torrente de su actividad transformada a lo largo de milenios de experiencia, las distintas formas de sus representaciones. El libro se titula La ciudad: inscripción y huella porque remite a los dos principios básicos que dan origen y final al hecho de conformar el espacio que compartimos: la voluntad de dar forma, la inscripción, y la huella, la impronta real que la vida imprime en los espacios en los que se desarrolla. La arquitectura es considerada un deseo de configuración que encierra expectativas frente a la experiencia vital, que la desborda porque ella misma es deseo. Esta tensión entre proyecto y experiencia, inscripción y huella, se contempla, desde la distancia teórica, como el vínculo que pone en relación al sujeto que proyecta con el que habita el espacio. La ciudad se inscribe en el centro mismo de esta tensión; constituye el escenario variable de la relación existente entre habitar y construir.