Hay quienes aseguran que a la poesía le conviene la oscuridad y el sinsentido. Una frecuentada superstición dicta que la palabra más rara es la más bella y que la sencillez no puede ser artísticamente compleja sencillamente porque no es complicada. Quieren también muchos que la dificultad y «el riesgo» verbal sean la mejor medida de un poema y no la capacidad para desplegar y comunicar en un espacio mínimo una visión del mundo personal, propia. Karmelo C. Iribarren es un poeta que no condesciende con la vacuidad ni la palabrería, quizás porque ha aprendido a creer en la poesía con minúscula y a descreer de las poéticas con mayúscula. Nada en sus versos responde a un programa sino a la vida, su vida, vivida o malvivida; de ahí la presencia del humor y de la ironía, de la noche, el alcohol, las mujeres reales y las entresoñadas, la familia, la infancia perdida, las calles de su ciudad con sus charcos de lluvia y sus semáforos, las gentes con quien por un instante se cruza o ve tras un cristal o en la barra de un bar y también el peso cada vez más grave del paso de los años. De ahí esa mirada suya tan desapegada y tan cercana, tan antisentimental y tan sentimental a un tiempo. Sus poemas, hablen de lo que hablen "y hablan de muchas cosas" hablan siempre de él mismo, es decir, de todos nosotros, sus lectores; quien los lea tocará, como quería Whitman, no un libro sino un hombre. Abelardo Linares La segunda edición de La ciudad reúne casi ciento sesenta poemas seleccionados de La condición urbana (1995), Serie B (1998), Desde el fondo de la barra (1999), La frontera y otros poemas (2005) y Ola de frío (2007), a los que se suman otros veintiséis inéditos. "El volumen ofrece un repaso coherente al mundo literario de Iribarren, caracterizado por una poesía de línea clara que bebe de la mejor novela negra y del heterogéneo grupo de los realistas sucios en lo formal, y del espacio urbano en lo temático. Lo que le diferencia radicalmente de los demás es su forma de mirar". (Alberto Moyano, Diario Vasco)