Hemos entrado en un mundo convulso en el que la exacerbación de las rivalidades puede conducirnos a unas nuevas regresiones tan terribles como las de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, esto no es inevitable. Por detrás de las sombras de la mundialización, que se identifica como una globalización financiera en crisis bajo el peso de su propia desmesura, existe otra manera de mundialidad centrada en la conciencia de esta comunidad de destino que liga a la humanidad para lo peor pero también para lo mejor. Y este destino se juega tanto en nuestros barrios como en todo el planeta. Por lo tanto, la única causa válida, que no sea destructiva ni justificadora de crímenes, de dominación o de explotación de otros seres humanos, es la propia Causa de la Humanidad, ese nuevo horizonte de cualquier política de futuro, digna de ese nombre, y a la que es esencial que Europa pueda contribuir. Para hacer un buen uso de este fin de mundo, que actualmente vivimos, es necesario que nos volquemos hacia el eros, la fuerza vital, la creatividad del nuevo mundo en gestación, como nos invitan a hacerlo Patrick Viveret en este libro y Edgar Morin en su prefacio.