A comienzos del siglo XIII prendió con fuerza en el sur de Francia la herejía de los cátaros albigenses, encabezada por el conde Tolosa, que, aunque no consta que se hubiese convertido a la herejía, sí que simpatizaba abiertamente con ellos. La expansión de esta corriente herética a lo largo del Languedoc se convertiría en la excusa empleada por el rey francés Felipe Augusto para apoyar la Cruzada Albigense predicada por el Papa Inocencio III y comenzar así su intervención militar en Occitania. Aunque se produjeron diversos asedios como los de Beziers y Carcasona, el hecho de armas más importante fue la batalla de Muret en 1213, en la que Pedro II, rey de Aragón, encontraría la muerte. Esa batalla es la que se relata en este libro.