La guerra civil española dejó tras de sí un paisaje arquitectónico mutilado y la memoria colectiva de todo un país sustancialmente mermada. La imperiosa necesidad de cerrar estas heridas tan tangibles en la vida cotidiana de los españoles, así como de restablecer sus servicios más básicos, impulsó la creación del Servicio de Regiones Devastadas y Reparaciones, futura Dirección General de Regiones Devastadas. Esta reconstrucción siguió las directrices marcadas por la ideología del nuevo poder emergente, aún más evidente a partir de la paternalista adopción de pueblos por el Caudillo. Se trataba de una medida que pretendía favorecer no solo a aquellas localidades que habían sufrido una destrucción de dimensiones excepcionales a causa de la guerra, sino también a las que, por algún motivo, suponían un determinado valor para el régimen. En el territorio asturiano, siete fueron los pueblos que engrosaron esta lista: Tarna, Pendones, Las Regueras, Nava, Campo de Caso, Cangas de Onís (que incluye el enclave de Covadonga) y Oviedo. Como resultado de estas intervenciones, se produjo una transformación patente en la imagen de estos pueblos que responde a ciertos criterios comunes, y cuyo desconocimiento nos lleva a aceptar como originales trazados y siluetas que, sin embargo, han sido recientemente modificados. Esta arquitectura impuesta debe ponerse en valor para poder realizar una correcta evaluación de ella a través de un análisis no solo material, sino también contextual, imprescindible para conocer la historia de cada una de estas construcciones que actualmente conforman el pueblo o la ciudad en el que se desarrolla nuestra vida.