La subjetividad moderna, que ha prometido siempre la emancipación humana, parece conducirnos indefectiblemente a nuevas formas de alienación. A partir de un párrafo de Th. W. Adorno, y en un recorrido que va desde la crisis bajomedieval hasta nuestros días, este texto repasa las variadas formas de lo que el autor denomina la abstracción del mundo. La tesis en él sostenida es que el pensamiento jurídico-político padece, desde los siglos XIV y XV, una auténtica enfermedad autoinmune, manifestada en la absolutización y formalización de sus dos modelos: el escotista (característico de la filosofía política clásica) y el nominalista (peculiar de los de tipo positivista). Los segundos disuelven lo social en una multitud de sujetos discretos dotados de derechos; los primeros trascienden este riesgo mediante estructuras formalizadas y legitimadoras (nación, Estado, voluntad general, contrato social...), agrupando las individualidades en cuerpos políticos juridificamente neutralizados. En uno y otro caso, se opera un tránsito del sujeto al Estado y de éste al sistema. Este mal autoinmune, que opera mediante conceptos cruciales como el de imputación, permite entender oposiciones cruciales de la filosofía jurídica y política, como la existente entre subjetivismo y estatalismo, desde un nivel mucho más basal del que solemos manejar.