La diversidad cultural, identitaria, religiosa o lingüística no es un fenómeno nuevo en las sociedades de nuestro entorno, pero los avances en los transportes y en las comunicaciones las hacen más visibles que en épocas pasadas. Sin embargo, nuestros esquemas institucionales y políticos no han evolucionado de modo paralelo a estas transformaciones, y la gestión democrática de la diversidad cultural es posiblemente el mayor reto que tiene planteada la Política hoy en las sociedades desarrolladas de Europa.