Pionero del cine independiente americano, Cassavetes llegó a director de modo casual, porque en realidad lo que le gustaba era inventar, escribir. Sentía la constante necesidad de comunicar, sobre todo sentimientos. Su cine, lejos de retóricas o manierismos técnicos, es esencialmente visceral, a flor de piel. Cada encuadre conserva el mayor grado posible de emoción y sentimiento. La técnica es un medio que pasa a un segundo plano, restando importancia a la arquitectura visual. Sus películas no construyen formas, sino que dan cabida al interior de los personajes.
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