El espíritu de Torquemada reina de nuevo en Occidente. A pesar de la revolución cultural y científica que refrendó la legitimidad de la transmisión de información, los razonamientos que le sirvieron de base han sido enormemente dañosos en la historia de la humanidad. En la práctica, son utilizados para eliminar el pensamiento libre, pues una luz demasiado potente puede llegar a iluminar el alma, sus rincones más íntimos. La Inquisición, más que fruto de la intolerancia y el fanatismo religioso, que también, se convirtió en un instrumento para la eliminación de la individualidad, y esto es lo que hacen los «medios de comunicación». La creación de un cerebro colectivo, si estuviera surgiendo, se serviría del conocimiento que deriva de la información para proclamar la esencial identidad de los seres humanos, poniendo de relieve la miseria de todos y cada uno de ellos. El acceso a la prensa —de papel, televisiva o digital— permite comprobar la falsedad de cualquier carisma: detrás de la virtud, el vicio; y de la excelencia, la vulgaridad. Absolutamente todos poseeríamos zonas oscuras que el público «tendría derecho a conocer» para evitar el engaño, pues la vida en sociedad debe basarse en la confianza. Así, una nueva dictadura está triunfando, quizá la más peligrosa porque técnicamente no lo es; es divertida como todo mundo cotilla y frívolo lo suele ser. Pero nos hace tan iguales que termina por eliminar la personalidad. Los seres originales son destinados al sanatorio o al circo.