Las ciudades crecen y viven gracias a la inmigración. Y aunque esto sea sabido, la historiografía española necesitaba un estudio que indagara con profundidad en la manera en que contribuyeron al crecimiento y transformación de las ciudades aquellas gentes que llegaron ante sus puertas, en riadas cada vez más caudalosas, a partir de mediados del s. XIX. Fue entonces, coincidiendo con la profunda reconfiguración de la economía española, a golpes de industrialización y reforma liberal, cuando se produjo el despertar de la ola urbanizadora en España: ciudades que multiplicaban su población, derribaban sus murallas para construir barrios donde acoger a vecinos procedentes cada vez de lugares más lejanos y que contribuyeron a disolver la vida tradicional y forjar una sociedad urbana moderna.