La modernidad es ante todo el proceso por el que emerge una forma de mirar que impone la óptica pasiva. Esta manera de verse fue capaz de cuestionar el modo espontáneo, inmediato y natural de ver, propio de la óptica activa, y así devaluar sus objetos a mera forma fenoménica. Esta actitud reflexiva, autorregulativa, sistemática y presionada por la voluntad de coherencia, capaz de ver al ser humano desde otra perspectiva, se desplegó en todos los ámbitos de la acción humana, desde la religión a la política. Las nuevas estrategias reflexivas caracterizaron el espíritu moderno y ofrecieron armas para salir del confuso mundo de la gnosis teológica medieval. El nuevo espíritu emergió a partir de la experiencia religiosa e intelectual de Lutero, profundamente revolucionaria, impulsada por la radical desvinculación de las ofertas existenciales vigentes de la época. Con todas estas herramientas psíquicas, el mundo reformado se pudo enfrentar al mayor programa hegemónico de poder, impulsado por la casa de Austria, y vencerlo. En este primer volumen analizamos esta revolución intelectual de Lutero, la superación del tipo humano del teólogo y del humanista y la fundamentación de una nueva mirada sobre la realidad. Lutero, entonces, como el fraile que supo trascenderse en humanista y convertirse en el primer reformador, en el primer moderno, transformando las categorías de la religión y de lo política, así como sus relaciones mutuas. Este libro aborda la segunda gran crisis de Occidente tras la que conoció el imperio romano, y al tiempo que analiza el papel de la monarquía hispánica en ella, persigue los problemas de la razón imperial y la división de poderes estudiada en libro anterior del autor, Teología política imperial y comunidad de salvación cristiana.