A R. H. Benson le encantaba el mundo de los cuentos de miedo, como bien puede deducirse al analizar su vida y sus obras. Pero en las, descripciones sobrenaturales que pinta en sus relatos también existe una intencionalidad: quiere situar al lector dentro del ámbito espiritual a lo bestia, introducirlo sin anestesia en ese espacio que no es evidente para los sentidos. Y lo hace con ciertas evidencias sensibles, proporcionadas por los relatos de un anciano sacerdote en La luz invisible y por una serie de personas, la mayoría también sacerdotes, en Un espejo de Shalott.