El libro analiza cómo convivió el desarrollismo franquista a partir de 1958 con la violencia política y represiva, entendiendo que no hubo el uno y la otra, sino el uno «en» la otra. Se acerca a los discursos populares que construyó el franquismo para ganar apoyos entre la opinión pública. Y, por otro lado, utiliza las fuentes policiales (de la Guardia Civil, de la Dirección General de Seguridad y de los gobiernos civiles) para estudiar la socialización política antifranquista que buscó deslegitimar a la dictadura. Es la historia no de grandes líderes, cuya imagen no se agiganta más, pero sí de gente corriente que tuvo un papel primordial en el proceso de democratización, eso sí, intentando no confundir entre lo que sucedió y lo que a uno le hubiese gustado que hubiese sucedido, en definitiva, entre deseos y realidades. En momentos en los que algunos se empeñan en blanquear el franquismo, bastante alejados de la historiografía profesional, este libro pone énfasis, sin embargo, en la tradición antifranquista y democrática española. Hay un deber de transmitir que el dolor causado por la dictadura forma parte de la experiencia histórica del proceso de democratización en España, sin olvidar tampoco que los «peligrosos demócratas» sumidos durante años en la clandestinidad, en las comisarías policiales y en las cárceles no pidieron luego responsabilidades por las atrocidades cometidas durante la dictadura en aras de una supuesta «seguridad» del Estado. Ahí radica también, no lo olvidemos, una de las razones más poderosas del éxito de la llamada Transición.