Los más singulares episodios en la historia de nuestro país –entre los siglos VIII y XIII– fueron protagonizados por una ‘entidad política’ conocida como Reino de León. Las vacilantes inercias sociales y el desdén institucional han convertido este reino en un perfecto desconocido; y a los monarcas que ciñeron su corona, en un recuerdo vago e intranscendente. Sin embargo, sus titulares llegaron a administrar un territorio que incluía las actuales comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Madrid, buena parte del País Vasco, casi toda Extremadura, algo de Castilla La Mancha y Portugal hasta la altura de Lisboa. Su último, o mejor, su penúltimo rey, Alfonso IX, convocó en 1188 una curia regia que, al acoger a representantes del pueblo llano, se convertiría –como reconoce la UNESCO– en el germen del parlamentarismo europeo.