Dentro de los géneros literarios sumerios, los himnos ocuparon un lugar muy destacado, debido no sólo a su tradición oral, sino también a su hondo contenido religioso, presente de modo inequívoco en tales composiciones religiosas. Prácticamente todos los dioses sumerios, los reyes más cualificados, los templos de mayor prestigio y los objetos de preciso contenido sagrado fueron glorificados mediante numerosísimos y adecuados himnos, cuya rica tipología posibilitaba una gran variedad compositiva e interpretativa. Los himnos vinieron a ser una fórmula o solución útil para los oficiantes religiosos sumerios (y quizá fieles en general), quienes, en virtud del carácter religioso que la palabra y la música encerraban en sí mismas, los repetían una y otra vez dentro del contexto ritual de una divinidad o entidad religiosa determinada. El himno sumerio no sólo se reducía a una larga enumeración de títulos laudatorios, a modo de letanías estereotipadas, sino que también descansaba íntimamente en supuestos pragmáticos, buscándose con ellos, en última instancia, el favor de la divinidad.
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