El día 2 de junio de 1961, muy temprano, casi de madrugada, se escuchó en la finca Ketchum, Sun Valley, Estados Unidos, el disparo de una escopeta de caza de dos cañones. Sus municiones hicieron trizas una de las cabezas más geniales de la literatura universal. Se supone que apretó el gatillo, con los dedos del pie, Ernest Hemingway, quizá el más seductor de los narradores de este siglo, que hizo de su vida un mito. Entre los aspectos de ese mito está su relación con la revolución cubana, pues Hemingway tenía fijada su residencia en Cuba cuando ésta triunfó y por espacio de unos dos años convivió con ella, bien dentro del territorio cubano, bien fuera, pero siguiendo con atención los acontecimientos que sucedían en la Isla. Su vínculo con el régimen que instaura Fidel Castro en 1959, y con el propio Castro, es un terreno movedizo, inestable, pues “si bien no se recuerda una opinión suya de aprobación pública –a la revolución-, tampoco se conoce una de desacuerdo”. Este libro recorre su relación con la revolución cubana, así como, la aventura humana y literaria de Hemingway.