Hoy que la virtualidad avanza sin cesar, la realidad que ofrece la arquitectura nos brinda un asidero firme en ese descenso hacia lo inmaterial. La arquitectura nos permite sentir una especial continuidad con el mundo. Al hacernos conscientes de los hechos elementales de la vida o al mostrar la mera relación con el universo, la arquitectura se hace presente. La arquitectura y la ciudad se han convertido en el penúltimo refugio de la realidad, un reducto donde sentirse vivo: esa es la arquitectura que la vida reclama. Este libro es una invitación a comprobar que el campo de acción más propio de la arquitectura es precisamente el hombre en su cotidianeidad. Que la arquitectura tiene mucho futuro. Que, por supuesto, sigue habiendo hambre de arquitectura, pero de una arquitectura real.