Es este un viaje supuestamente real a lo largo del cual el autor recorre y aprecia el valor y la hermosura de distintos lugares ribagorzanos partiendo de sus propios recuerdos. Ha elegido los caminos más directos hacia el valle de Benasque, los del Ésera y el Isábena, que no pueden dejar de conocerse en un viaje por la Ribagorza altoaragonesa. Por hacerlo más ligero, quedan al margen las tierras de Barbastro, Benabarre y Monzón, el Montsec y algunas de las bañadas por el Noguera Ribagorzana, ricas también en monumentos y acontecimientos y parte importante de nuestra historia. Se trata de una reflexión muy personal en buena medida autobiográfica sobre los hechos históricos sucedidos en esos lugares, algunos ya sumidos en el olvido por el paso del tiempo y el creciente desinterés por nuestro pasado. Hoy esta parcela de la microhistoria reciente de este territorio, y sobre todo de las gentes que trabajaron generosamente por su progreso, es poco transitada y merece la pena recordarla. La afición del autor por la literatura de viajes, tan espléndida y atractiva, le ha llevado en buena parte a ello.