Eduardo Costas empezó a navegar desde pequeño en cualquier cosa que flotase (y en algunas que se hundieron). Recorrió buena parte del mundo en todo tipo de embarcaciones tanto por motivos profesionales como por afición. Al final la derrota de la vida le llevó a ganarse el sustento tierra adentro como catedrático de genética en vez de como marino (si bien investigando en microbios marinos). Empleó su dinero en mujeres (esposa y 3 hijas) y barcos (por supuesto veleros) malgastando el resto. Después de haber escrito más de 200 artículos y varios libros de temas científicos, por fin se atrevió a escribir sobre algo verdaderamente importante...