En el primer tercio del s. XX la industria de Gipuzkoa ocupaba el cuarto lugar en el ranking español según capitales invertidos, detrás de Madrid, Barcelona y Bilbao. Su tejido industrial era diversificado, con presencia de bienes de consumo (papel, textil, calzado y alimentación), transformados metálicos (armas, máquina-herramienta, cerrajería y material ferroviario) y bienes intermedios (siderurgia, cementeras o productos químicos). Pero además contaba con rasgos propios: predominio de la pequeña y mediana empresa, financiación endógena, escaso papel del sector financiero, y el surgimiento de distritos industriales favorecidos por la concentración geográfica. Todos ellos diferencian el modelo industrial guipuzcoano del vizcaíno o catalán.