Las primeras décadas del s. XXI, a nivel económico, político y social, vienen determinadas por dos realidades cuyas consecuencias inmediatas obligan a reconsiderar numerosos conceptos y principios: la crisis financiera global, surgida tras el estallido de la burbuja inmobiliaria norteamericana en 2008 y gestada debido a los fallos del sistema regulatorio y la insaciable avaricia de los directivos de las grandes empresas financieras, en el escenario de neoliberalismo vigente; y la cuarta revolución industrial, cuyos potenciales desarrollos en el campo de la inteligencia artificial, robótica, el internet de las cosas, nanotecnología, biotecnología, computación cuántica... implican innumerables oportunidades e inquietantes desafíos.