La India de principios del siglo XX presentaba una mezcla de faquires, elefantes, encantadores de serpientes, marajás y también... un montón de ingleses que se habían colado en la fiesta sin invitación, dando el cante con su té, su cricket y sus chaquetas de tweed. En mitad de aquel fantástico escenario Gandhi logró cautivar la atención de los hindúes ofreciéndoles dos regalos aún más exóticos: la independencia y la paz.