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Una vez fui un ángel hermoso y querido, pero los celos y las envidias de otros ángeles me empujaron al descrédito, y fui expulsado y condenado para la eternidad a quemarme en el fuego del averno. No pude defenderme ni me permitieron hacerlo. Por eso juré que me vengaría, proporcionando dolor y sufrimiento a los únicos que no podían defenderse de mi poder: los humanos. Durante siglos les visité bajo diferentes identidades, pero lamentablemente acababan descubriéndome. Fue entonces cuando decidí crear mi propio ejército. Y quiénes mejores que mis bastardos, mis propios hijos, para empresa tan suprema: la dominación del mundo
».