El pequeño Gabriel sueña que surca el mar en su barco. En su viaje descubre una isla redonda y azul. Para su sorpresa, la isla no deja de moverse y agitar el mar, que parece estar cada vez más enfadado. A Gabriel se le ocurre una solución: cantar para tranquilizarla. Pero la isla se pone a bailar. Mejor será cantarle una nana. Entonces la isla se calma y el pequeño marinero descubre que en realidad es una ballena, de la que se hace amigo. Cuando Gabriel se despierta, contempla con su padre y su madre el mar desde el barco donde viajan y a lo lejos descubren una ballena de verdad.