La frontera de México con Estados Unidos es el resultado de una compleja maquinaria cultural y de ingeniería social para que conceptos como soberanía, ciudadanía, estado, nación, raza, nacionalidad o extranjería se integraran a la vida diaria de los habitantes de esta región. El simple trazado de una línea divisoria en 1848 no bastó para aceptar de manera inmediata una nueva forma de organización. A partir de un estudio de caso -el área de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, Chihuahua-, el autor hace el recuento de las prácticas socioculturales de los procesos de construcción y consolidación de los Estados nacionales y de sus fronteras comunes, entre 1880 y 1930. Mientras que Estados Unidos convirtió su frontera en un proceso de autoafirmación imperial con rasgos políticos, culturales, raciales, médico científicos, económicos y militares, México siguió viéndola como una región ajena, atípica, el vacío protector que nos separaba del vecino poderoso. El surgimiento de un discurso ´políticamente correcto´ del nacionalismo racista sajón para los considerados ´extraños´ y ´razas contaminadas´ marcará la fracturada relación de las dos naciones vecinas -necesidad rechazo, inclusión exclusión, aprobación discriminación- aún no superada.