Miles y miles de personas llevan cruzando las pocas millas que separan África de Canarias desde hace más de veinte años. Vienen a buscar trabajo, vienen a luchar por una vida mejor. Empezaron unos pocos, en los años noventa. El primer cayuco. Luego vinieron más. Luego más. Luego, no solo cayucos: lanchas, pateras, embarcaciones más grandes. También lo intentaron en artilugios flotantes indefinidos. Primero vinieron hombres. Luego mujeres. Luego niños. Todos querían y siguen queriendo atravesar ese mar para llegar a Europa, una suerte de tierra prometida donde saldrán de la miseria. Ellos, sus familias, sus poblados.