Esta exposición es el resultado de un proceso conjunto de dos creadores excepcionales capaces de dialogar y fundirse en un interés compartido por la generación de nuevas obras. Es algo puntual, pero lejos está de ser una simple ocurrencia o anécdota. Dos mundos en dos esferas distintas de la creación que se encuentran para producir un resultado, como mínimo, sorprendente. Pedro Almodóvar no llega a la creación plástica por casualidad, de la misma forma que tampoco Jorge Galindo comparte su estudio en este peculiar diálogo como algo artificial. Uno no es pintor ni el otro es cineasta; sin embargo, ambos mantienen una fijación por el mundo del otro y se nutren de ellos constantemente y sin complejos. Y es que, de la misma forma que no hay en el cine contemporáneo alguien que haya sido capaz de mantener una línea de conexión constante con la creación artística de su tiempo, como la que en toda su trayectoria ha desarrollado Pedro Almodóvar, tampoco hay en la creación pictórica actual alguien tan osado como Jorge Galindo, un pintor obstinado en sostener una apuesta por el diálogo entre la saturación de imágenes que genera esta sociedad y la fuerza de la abstracción sobre el soporte cuadro, denostado por muchos talibanes del arte. Dos personas absolutamente radicales en su labor hacedora de imágenes, en movimiento en uno, fijas en el otro, que se funden en un ejercicio inédito con un resultado magnífico, puro, libre.