La filosofía de san Agustín brota de su vida personal como el agua de la fuente y, por ello, la comprensión adecuada de sus ideas requiere el conocimiento previo de su historia personal. Sus ideas y su vida forman un todo vital íntimamente trabado. Su pensamiento filosófico es muy peculiar porque se apoya en la experiencia interior del hombre con Dios y no en experiencias tecnológicas o en datos científicos al estilo moderno de nuestro tiempo. De ahí su carácter encantadoramente ingenuo y asombrosa-mente genial al tratar de ciertos problemas. En esta obra hay un ritmo ascendente hasta el capítulo tercero. Dios se revela en lo más íntimo del alma de san Agustín, desde cuya experiencia básica de encuentro con Dios el Hiponense enjuicia la tradición filosófica de Grecia y Roma y plantea algunos problemas fundamentales sobre el hombre, el ser y la vida humana en su doble versión masculina y femenina, a nivel individual, político y social. La peculiar filosofía de san Agustín arroja un balance global muy positivo en humanismo, especialmente por la trayectoria personal que lo llevó al encuentro con esa forma de saber sapiencial propio de la verdadera filosofía, así como por su actitud de apertura a la trascendencia y a los valores que no pierden su interés con el mero pasar del tiempo.