A Faustino Pérez-Manglano le gustaba divertirse, estudiar y hacer deporte. Una dura enfermedad segó su vida a los 16 años. Un día le preguntó a su madre: "Mamá ¿por qué todos me quieren tanto? Yo no hago más que los demás". Servicial, buen amigo, generoso y humilde; así lo recuerdan sus compañeros de clase. Él creía que todos eran buenos o podían llegar a serlo. Con su ejemplo y su coraje nos muestra que aún hoy es posible la santidad.