La fotografía, considerada durante mucho tiempo el testigo más fiel de lo real, tal como afirma Roland Barthes en La Chambre claire, se nos muestra en este ensayo como una fuente inagotable de fantasmagorías, capaz de todo (ahí radica su riqueza) excepto de fidelidad (tal su privilegio y a la vez su limitación). Lo mismo ocurre con la reproducción sonora y con la pintura.