Género abierto, popular, folclórico y de difícil definición, la fábula ha estado presente en casi todas las culturas. En otros pueblos la tradición fabulística se organizaba en torno a un supuesto autor legendario o semilegendario, como Esopo en Grecia, Pilpay en la India, etc. En Roma, sin embargo, encontramos ya a autores reales de cuya existencia no cabe duda. El primero de ellos es Fedro (15 a. C. - ca. 55 d. C.), cuyas fábulas en senarios yámbicos han llegado hasta nosotros divididas en cinco libros y un apéndice. Fedro, que califica sus fábulas de "esópicas", no es un mero imitador de Esopo, sino que se separa de este en el estilo y en los temas, pues muchas de ellas son originales. Hijo expósito, esclavo manumitido por Augusto, las alusiones a las injusticias sociales están presentes en toda su obra. A principios del siglo V Aviano menciona a Fedro como uno de sus precedentes, pero su colección de cuarenta y dos fábulas está basada fundamentalmente en Babrio, aunque en el estilo trata de imitar a los clásicos (Virgilio, Ovidio, Propercio, etc.), lo que le lleva a escribir sus fábulas en dísticos elegíacos y a apartarse, en gran medida, de este género para acercarse a la poesía lírica. La tradición fabulística latina se completa con las Fábulas de Rómulo, colección en prosa encabezada por una carta-prólogo firmada por un tal Rómulo (seudónimo de un autor desconocido).