Este comentario pretende ayudar a la lectura del libro de Ezequiel, acompañando al texto bíblico tal y como lo encontramos actualmente. No abusa de tecnicismos, ni estudia la historia que el texto ha sufrido y que, sin duda, lo ha enriquecido, pero a la que únicamente podríamos asomarnos de forma hipotética de la mano de tantos comentaristas que han utilizado todos sus conocimientos para explicarlo. El profeta es el libro, el texto. De él decimos Palabra de Dios al proclamarlo. Acercarnos a la persona de carne y hueso que se asoma entre líneas nos permite comprender mejor su contenido, pero el texto bíblico sigue siendo nuestro objetivo fundamental. Por eso, atendemos a los indicios literarios que señalan su forma y estructura. A través de ella intentamos llegar al contenido, a su mensaje. En algún momento no podremos prescindir del proceso histórico que ha sufrido o de las distintas versiones que lo han traducido e interpretado. Es evidente. Pero el objetivo seguirá siendo ayudar al lector a enfrentarse con el libro profético. En él se contiene la revelación o, dicho con otras palabras, en él se manifiesta el Señor de la historia, con planes de salvación que realizará a pesar de la rebelión casi constante de su propio pueblo.