Cuando se intenta adjudicar responsabilidades en la calidad de la educación en el mundo de hoy, como quien reparte cartas en un juego de póker, son muchas las opciones. Las políticas de Estado, los diseños curriculares, la actualización de los contenidos, los nuevos retos en el campo laboral, todos ellos tienen importancia repartida. Algunos analistas un poco más incendiarios dirán que los diseños curriculares son modelos ajenos a los pueblos y que responden a limitaciones ya impuestas por los grandes imperios económicos, otros afirmarán no con poca razón, que las teorías educativas (sin importar su calidad) deben ser necesariamente contextualizadas para poder responder a las necesidades de cada nación. Importantes organizaciones no gubernamentales se han tomado como propia la preocupación de medir los principales indicadores de calidad en la educación en el mundo. Entonces: ¿Hacia dónde deben mirar los pueblos?, ¿Deben volver la vista hacia los teóricos del pasado?, o ¿deben necesariamente, atreverse a mirar hacia el futuro e innovar?, ¿Este afán por lo nuevo, no diluye las identidades locales?, ¿Mirar hacia lo local, puede hacernos perder proyección hacía nuevos horizontes? ¿Qué significa mirar hacia el futuro?, ¿Copiar modelos que son exitosos en otras latitudes y aplicarlos?, ¿Dónde estará la respuesta?, ¿En el pasado?, ¿En el futuro al cual no hemos llegado?. Son muchas preguntas, se nos presentan como un enjambre de angustias que cortan la respiración. Sin embargo, la variopinta producción que compila este libro pone en franca evidencia que todo el rosario de cuestionamientos que nos hacíamos en líneas previas, no sólo ocupan a grandes tecnócratas que filosofan al frío de sus aires acondicionados, sino que son el motor de búsqueda de muchos héroes anónimos. Currículum, evaluación, competencias, inteligencia emocional en el manejo de la investigación, la extensión vista no sólo como un requisito que se cumple sin conciencia de su impacto, son algunos de los temas abordados en estas páginas que los reciben. Se trata de un nutrido grupo de investigadores, maestros muchos de ellos, que en condiciones que no podemos calificar de óptimas, se rebelan a seguir copiando prácticas e innovan desde su particular feudo. Investigadores y maestros que son conscientes del impacto que su práctica tiene en los alumnos, maestros que invierten en sí mismos, porque al hacerlo invierten en la calidad de vida de su país. No es un secreto para nadie, que ser maestro no está revestido del prestigio que en la antigüedad logró tener. ¿Quiénes son los maestros hoy?. Será verdad esta terrible máxima del vulgo norteamericano que sentencia: Quien no puede hacer: enseña, quien no puede enseñar: enseña Gimnasia. Andrés Oppenheimer, en su último libro, Basta de historias se pregunta: ¿Cómo convencer a los mejores estudiantes de que sigan carreras docentes en países donde los maestros no tienen el estatus social de otros profesionales y ganan salarios de hambre? ¿Cambiar esta realidad redundará en mejores maestros? O al final del día, ¿quién siente el llamado a ser maestro no lo hace solo por la remuneración?. Será que, ¿volviendo nuestra práctica un determinante del desarrollo de nuestras naciones haremos de la docencia una profesión de prestigio social? ¿Cómo se logra esto? La ametralladora de experiencias, argumentos y propuestas que los reciben, constituyen una sólida aproximación a todos estos planteamientos, de tal manera, hagamos de esta compilación no sólo la acumulación de experiencias de otros, sino la oportunidad de hacerlas nuestras.