La lectura de este libro es una invitación a prestar atención. Un buen libro de ética en donde se trata de las grandes cuestiones relacionadas con el meollo de la vida humana. Porque de eso va la ética, de lo que a todos nos incumbe. Lo que la tradición socrática ha llamado el cuidado del alma está esencialmente vinculado con los demás. Esto significa que la patria de lo humano no es el “soy”, sino el “aquí me tienes”. De ella surge la auténtica solidaridad. Esta sensibilidad es también la condición del admirarse de la vida. La mirada atenta es admiración, que Descartes situaba como la primera de todas las pasiones. Lo que lleva a decir que, para escribir sobre ética, hay que estar admirado, hay que estar apasionado por la vida. Cuando los decorados de lo banal desaparecen, sólo queda lo que de veras cuenta. Lo único que de veras cuenta.