Cuenta Mesonero Romanos que Larra se distinguía “por su innata mordacidad”. Un personaje de Galdós amonestaba: “Cuidadito con Larra, que tiene más talento que pesa; pero es mordaz y malicioso”. No exenta de burla, la revista «El Jorobado» lo definía como “el temido y el elogiado Juvenal español”. Al margen de hipérboles y sarcasmos, lo cierto es que con 19 años se escribía él solo un periódico, y a los 25 destilaba rasgos de genio que otros no alcanzan en una vida. Unamuno, que sentía por Larra escasa simpatía, hablaba de su “oficio de escritor”, del profesional de la literatura. Larra advirtió que “la literatura no puede ser nunca sino la expresión de la época”. Y del mismo modo que a Galdós la sociedad le sirvió como “materia novelable”, Larra la utilizó como “materia censurable”. “Confieso que vivo todo de admiración”, afirmaba corrosivo.