Planear una "estética plural de la naturaleza" es darle a la obviedad del enunciado que se trata de explorar algo parecido a un impulso haciéndolo avanzar por el camino de la complejidad. Esto en primer lugar. Después, hay que pararse a pensar que la articulación de estos términos, arte y naturaleza, no sólo implica enlazar la actividad relativa al primero con una imagen o arsenal de imágenes en las que esta segunda se representaría; también es vincularla a un concepto que la significa. ¿Cuál? Lógicamente, la imitación, la mímesis. Aunque dadas las variaciones que ha sufrido dicho concepto a lo largo de la historia, parece necesario valorar la necesidad de comprender su objeto, la naturaleza, en lo que llamaría su dinamismo temporal. En otras palabras, habría que intentar una "historia de la naturaleza", cuya oportunidad aconsejaría mantenerla en paralelo con la "historia del arte". Y si este paralelismo -desde luego estético- del arte y la naturaleza implica en sus respectivas trayectorias temporales aquella parte de la reflexión estética que explora cada momento histórico con una atención especial en el "arte como mímesis", entonces el objetivo de dicha reflexión será también la naturaleza, que toca ir a buscar allí donde se encuentra efectivamente: en el pensamiento de la época. Tendríamos así los términos Arte, Naturaleza, Mímesis. Y de este último, la Mímesis, ya sabemos que no es la representación fiel de entidades o configuraciones naturales. ¿Qué es entonces? La proyección en una obra de Arte de unos contenidos mentales que tienen por objeto la Naturaleza. Quedan vinculados así los tres términos barajados en este libro.