En nuestra cultura (al menos por cuanto debe a los griegos, que no es poco) ver siempre fue sinónimo de conocer. «¿Ves?» preguntamos a nuestro interlocutor cuando queremos asegurarnos de que ha comprendido, de que se ha enterado. La etimología de la lengua griega nos enseña que idea, eidos, el objeto del conocimiento, e imagen, eidolon, el objeto de nuestra visión, tienen la misma raíz: ver, idein. La misma palabra idea, el eidos, antes de convertirse en el ente invisible por excelencia de la metafísica (es decir, de una región que está más allá de la física y de su visibilidad) y antes de transformarse en el concepto abstracto de la lógica, era, más concretamente, el modo de aparecer.