No habrá vestimentas teatrales, ni ritmos bucólicos en fríos salones, ni trastos que denoten el tiempo campestre. La acción se desarrollará en la ya vieja y golpeada escenografía de Mujeres soñaron caballos. Una mesa, dos sillas y una botella. Quitando elementos hasta llegar a la expresión mínima, adecuada para los actores. Espía a una mujer que se mata, versión de Tío Vania, acaba sedimentando algunas cuestiones de orden universal: el alcohol, el amor por la naturaleza, los animales toscos y la búsqueda de la verdad a través del arte. Dios, Stanislavski y Genet, desvencijados.