Las páginas que siguen proponen un acercamiento a algunos de los capítulos más notables de la historia de España comprendida entre las simbólicas fechas de 1492 y 1898, un periodo que coincide, en líneas generales, con el origen y ocaso de su imperio, con el bagaje de cambios y transformaciones derivados de este. En efecto, el descubrimiento de América ofreció a la Monarquía hispánica la posibilidad de llevar su idea civilizatoria hasta los confines de un mundo que de esta forma, con su propia presencia, se ensanchó hasta límites insospechados. Una vez precisado el eje articulador de esta obra, la repetición de los lugares comunes sobre la trayectoria imperial española –que han cargado las tintas en el presunto genocidio de los indígenas, en la explotación inconsecuente de los recursos autóctonos y en la barbarie generalizada, atribuyendo a la conquista, incluso, los fracasos que siguieron a la independencia de los territorios americanos, desde el caudillismo hasta el subdesarrollo económico– deben ser rechazados para ponderar con rigor los claroscuros de la expansión española en el Nuevo Mundo.