Un avión explota en el aire produciendo la muerte de 87 pasajeros, un banco carga a cien mil clientes el doble del dinero que retiraron de sus cajeros automáticos, un paciente con cáncer recibe una dosis fatal de radiación de una máquina aparentemente infalible. Casos como estos, de tan funestas consecuencias, se deben a errores de programación que no fueron detectados hasta que se produjeron graves catástatofres. Desgraciadamente, conforme los ordenadores se vuelven más complejos e intervienen en mayor número de procesos se hace más probable que suceda un error fatal. Ivars Peterson nos advierte sobre ellos y, en contrapartida, nos presenta a alguna de las personas que se dedican a «cazar» estos fallos antes de que provoquen desgracias irreparables.