Las imágenes de la televisión no son más que luz, al igual que nuestras experiencias no son nada más que el baile de nuestra consciencia. De manera habitual nos apegamos o nos sentimos esclavizados por estas experiencias. Pero sólo son reflejos. Con la misma facilidad que hacemos desaparecer las imágenes en la televisión al cambiar de canal, el poder de nuestras experiencias se desvanece si nos adentramos en el corazón de la realidad; la claridad del estado natural de la mente en cada uno de nosotros.