El trabajo puede ser un factor clave en la autorrealización. Para que llegue a serlo es necesario asentarlo en un equilibrio completo de la persona, donde se le dé el peso que le corresponda, integrándolo con otros factores, igualmente decisivos, como el componente familiar-afectivo, el ocio y el descanso. Influjos propios y externos pondrán diariamente a prueba este equilibrio, a lo que deberemos responder con herramientas de madurez. Para ello es necesario ahondar en el conocimiento propio y el compromiso con el cambio, enfrentar- nos al miedo, adquirir seguridad personal, conducimos de forma auténtica. Así, evitaremos elementos de distracción y trampas mentales como la confusión de ámbitos, el autoengaño, expectativas no realistas o ilusiones infundadas. Debemos preguntamos si estamos dónde queremos estar, si estamos haciendo lo que queremos hacer y si nos sentimos bien con quienes compartimos la jornada laboral, jefes, compañeros y colaboradores. A partir de la determinación en la búsqueda de una respuesta sincera a estas preguntas, si nos entregamos a nuestra ocupación con pasión y apertura, atención plena y fluida, un consumo racional de la energía y el cuidado de la salud y las relaciones, podremos conseguir el desarrollo de nuestro potencial, de la creatividad y evitar el estrés. El sentimiento de plenitud y levedad que obtengamos se retroalimentará de forma beneficiosa con los otros ámbitos que componen el equilibrio personal.