El epistolario de Jerónimo, como ocurre con el de tantos autores que han dejado sus cartas como legado del futuro, constituye una clave imprescindible para acercarse a la interioridad del personaje. Las cartas son como una guía que invita y a la vez conduce a través de la experiencia íntima de alguien que, dirigiéndose a personas particulares, sabe dar a lo escrito el valor universal de lo privado. Son cuarenta y cinco años aproximadamente de actividad epistolar, señalados por un visible escalonamiento en la maduración humana y espiritual de Jerónimo. Su correspondencia, que comprende un centenar y medio de cartas, comienza por los años 374 ó 375, y termina con seguridad el mismo año de su muerte, el 419. Por lo que respecta a los contenidos, Jerónimo cultiva cuatro campos fundamentalmente: el de la amistad, el exegético, el dogmático y el ascético. No siempre será fácil clasificar una determinada carta en un campo determinado. Con frecuencia se trata de escritos que sobrepasan generosamente los límites materiales del género epistolar. Por eso, ante las cartas de Jerónimo cabe preguntarse si se puede realmente hablar de «cartas». De lo que no cabe dudar es de que, cuando Jerónimo escribe una carta, escribe para ser leído por muchos. No sólo eso, escribe con la vista puesta en el futuro, y no se recatará de citar alguna vez a sus corresponsales el «te dedico un monumento más duradero que el bronce», de Horacio. Si se tiene en cuenta el esmero estilístico y el esfuerzo que Jerónimo pone en su correspondencia, ¿qué otra cosa podía querer un escritor nato como él que ser leído por muchos? Su relación epistolar se extiende a toda Europa. Desde que Jerónimo se establece en Belén, Roma hará de cabeza de puente para la difusión de todos sus escritos. Normalmente allí desembarcan las cartas de Jerónimo, y desde allí serán remitidas a todos los rincones del Imperio. El viaje inverso que han de hacer las misivas de sus corresponsales le traerán a él no sólo confidencias personales, sino también las noticias más recientes de las respectivas Iglesias y de los acontecimientos políticos de las provincias. Este viaje de ida y vuelta en el intercambio epistolar de Jerónimo hará de él uno de los personajes mejor informados de lo que acontece en la Iglesia y en el Imperio a finales del siglo IV y comienzos del V. En esto reside buena parte del interés y del valor del Epistolario de Jerónimo, del que la BAC se complace hoy en presentar a sus lectores una edición totalmente renovada.