Una malevolencia silenciosa, una hostilidad fría y secreta, un deseo impotente, un rencor oculto y mortificante... Todos estos elementos componen el núcleo de la envidia. Según Joseph Epstein, la envidia nubla el pensamiento, quebranta la generosidad, rompe cualquier vestigio de paz y acaba marchitando el corazón. De los siete pecados capitales, concluye, la envidia es el único que no tiene nada de divertido. Adoptando un estilo coloquial, erudito y desmitificador que arroja luz sobre su propio pensamiento, Epstein realiza un recorrido estimulante por las múltiples facetas de la envidia. Evalúa lo que los grandes pensadores –como Schopenhauer, Nietzsche y John Rawls-- han escrito sobre la envidia; distingue entre envidia, anhelo, celos, resentimiento y schadenfreude («un árbol perenne en el descuidado jardín de las emociones amargas») y elabora una lista de cosas susceptibles de envidia, como la riqueza, la belleza, el poder, el talento, el conocimiento y la inteligencia, la buena suerte y la juventud (o, como reza el título del capítulo que Epstein dedica a la juventud, «Los jóvenes: que Dios los maldiga»). Pero también analiza el resentimiento académico, que produce una envidia mezclada con excentricidad, atizada por la impotencia y proyectada sobre un telón de fondo de injusticia cósmica; ofrece una lúcida lectura de Otelo, considerando la envidia de Iago más relevante que los celos del protagonista; y señala que la envidia contiene una gran concentración de malevolencia, porque el envidioso quiere destruir la felicidad de los demás. Así, apunta que la envidia del éxito de los judíos en Alemania y Austria pudo ser el desencadenante del virulento antisemitismo de los nazis. Como ya se hizo patente en otro de sus libros, Snobbery, Joseph Epstein tiene una capacidad inimitable para analizar nuestros defectos de un modo reflexivo, provocativo y ágil. Aunque la envidia no sea divertida, la Envidia de Epstein es, sin duda, un texto de lectura absorbente.