La filosofía de la historia que defiende también es una apuesta por la historia de la filosofía, por la conservación de nuestra tradición filosófica, se esa herencia ilustrada que nos deja insatisfechos. Esto es, en la medida en que los problemas que nuestros antecesores planteaban sigan teniendo sentido para nosotros , porque aunque las repuestas sean contingentes, hay preguntas que siguen teniendo vigencia. El filósofo de la historia se siente fundamentalmente filósofo, con una tarea reflexiva y crítica, pero no sólo se preocupa por los problemas que le sugiere su presente histórico, sino que también rastrea sus epígonos en el pasado, esto es, dedica parte de sus esfuerzos a cuestionarse la tradición filosófica recibida. Su filosofía de la historia se sitúa, pues, entre la ética y la historia. Entre esas estimaciones de futuro y el conocimiento del pasado. Sin pretensiones omniabarcantes y omnicomprensivas de la historia, ni aspiraciones proféticas. d ahí nuestro título: Entre Casandra y Clío