En el décimo aniversario de la muerte de Antonio Herrero, Luis Herrero recuerda en estas páginas a su amigo de la infancia y al periodista asilvestrado que nunca obedeció sino a su propia conciencia. Con la genuina picaresca de sus fechorías infantiles, con voracidad desmedida, con una honestidad a prueba de presiones políticas. Así buscaba Antonio Herrero la noticia. Con la certeza de que aquella vocación heredada de su padre no tenía otra misión que la búsqueda de la verdad. Y siempre con la determinación férrea de no rendirse hasta alcanzarla. Ésta es la historia de un grupo de profesionales valientes que capearon el temporal en una España en la que el viejo pulso entre el poder político y el periodismo alcanzaba cotas de alta tensión. Para el autor no hay duda de que «Antonio ha sido el periodista más importante de la radio española durante la democracia». Éste es un brindis al hombre y un homenaje al locutor al que millones de españoles confiaron la misión de ser su ventana al mundo. Quizá sean precisamente aquellas personas que le apreciaron sin conocerle las que leerán estas páginas con más cariño.