Los orantes saben que la oración no es tanto un trabajo a realizar como un don que se recibe; en esa acción de acogida, han experimentado la necesidad de entrar en la oración ayudándose de la compañía de otro. Así, en nuestra oración siempre estará presente el Espíritu que completa en nosotros lo que le falta al cuerpo de Cristo que es la Iglesia. En este sentido, podemos orar con María que, llena del Espíritu Santo, es una buena maestra de oración. A esto nos invita el autor en su recorrido por los distintos episodios marianos narrados en el Nuevo Testamento. En este libro encontraremos una valiosa ayuda para disponernos a recibir la gracia del Espíritu con Nuestra Señora.